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Nota de Prensa

Relación de Gaudí con Carles Mani

El escultor Carles Mani i Roig (1866-1911) es un típico ejemplar de artista de finales del siglo pasado, que llevó una vida miserable, dentro de la más solemne pobreza. La profesión de artista estaba considerada como una bohemia menospreciable y abrirse camino a la sociedad de entonces era tarea casi heroica. Recuerdo que el pintor valenciano Víctor Moya Calvo (1890-1972) explicaba que cuando era estudiante en la Academia de San Carlos de Valencia y con quince años de edad recibió el encargo de pintar el cartel de un colmado, trabajo que le fue retribuido con cinco duros. Pues bien, sus compañeros de clase estuvieron quince días sin dirigirle la palabra, encolerizados y muertos de envidia por el exiguo éxito de su amigo.

Carles Mani nació en Móra d'Ebre (Ribera d'Ebre) y muy joven pasó a Barcelona y se matriculó en la Escuela de la Lonja. No consiguió trabajo en Barcelona y trasladó su pobreza, primero a Madrid, donde residió un par de años y preparó un modelo de yeso del grupo "Los degenerados" con formas humanas microcéfalos y manos enormes en actitud de postración, reflejo quizás del estado de ánimo del decaído Mani. Este modelo, sobre el que hizo diferentes versiones en diferentes formatos, lo mostró en la Exposición del Palacio de Bellas Artes de Barcelona en 1907 y aquí es donde intervino Gaudí.

Después de Madrid, Mani fue a París donde vivió de la caridad de Santiago Rusiñol, siempre amigo de proteger los artistas de la tierra y, de vuelta a Barcelona, frecuentó la Sagrada Familia y trabajó en el taller de modelistas que dirigía Llorenç Matamala. Hizo en yeso una Inmaculada que no complació al padre Gil Parés y el magnífico Cristo del Oratorio de Can Batlló, en 1906, imagen con una postura diferente de la generalidad de los Santos Cristos pero que le sugirió Gaudí en considerar la forma habitual de crucifixión usada por los romanos.

El pobre Mani se arrastraba por las obras del Templo y Joan Matamala lo recordaba tumbado en el suelo con una hilera de hormigas paseándose por encima de su cuerpo.

En la exposición de 1907 presentó "Los degenerados" en formato natural, aunque él decía que la forma definitiva de piedra debería tener la altura de la gran pirámide, y los encargados del montaje situaron la escultura en un rincón al lado de la escalera. Mani tuvo un disgusto terrible y fue llorando a la Sagrada Familia para explicar a Gaudí el trauma. Gaudí escuchó pacientemente y después se dirigió al palacio de las Bellas Artes y habló con Carles Pirozinni i Martí, secretario de la exposición, convenciéndole para que se cambiaran "Los Degenerados" de lugar. La crítica fue inclemente con Carles Mani. Actualmente, si se quiere juzgar esta obra se debe visitar la casa Museo Gaudí en el Park Güell, donde hay un modelo de yeso de pequeño formato, pero imponente por su dramatismo.

 

Hasta la muerte de Mani en 1911 Gaudí siguió ofreciéndole ciertos encargos en el Templo, y especialmente el de la Virgen con los Arcángeles Miguel y Rafael, un grupo en bronce dorado de cuatro metros y medio de altura, para situarlo sobre la fachada de la Pedrera, en el chaflán del Paseo de Gracia-Provença.

Carles Mani llegó a terminar el modelo de yeso a formato natural en el piso principal de la Pedrera, en obras. La escultura no gustó a los señores Milà y no pasó del modelo. Después de la muerte de Mani en 1911 fue del todo imposible pensar en la realización del proyecto de Gaudí con la escultura de Mani. Años más tarde Gaudí manifestó que si hubiera conocido que no se pondría la imagen de la Virgen, no se habría encargado del proyecto y dirección de la obra. De la idea gaudiniana queda solamente el saludo angélico esculpido en la parte superior de la fachada: "Ave gratia plena Dominus tecum". La palabra "María" tenía que ser precisamente la escultura de Mani.

La sensibilidad artística de Gaudí le permitió comprender el talento, un poco osado y terrible, de Mani. Y el buen corazón del arquitecto hizo que el escultor pudiera sobrevivir con los encargos de la Sagrada Familia, can Batlló y la Pedrera. Después de la muerte de Carles Mani, Gaudí siguió atendiendo a su viuda, Antonia Bonay, y a su sobrino Pau Badia Ripio (1887-1976), escultor que trabajó en el taller de la Sagrada Familia y, muchos años después, hizo el retrato de Gaudí que figura en la Colonia Güell y una versión nueva en talla de madera del Cristo de can Batlló que ahora figura en el Museo de Arquitectura de la Real Cátedra Gaudí. La diferencia entre ambas esculturas es que el Cristo Batlló es de la Expiación, mientras que el de Pau Riba es el Cristo Muerto.

Joan Bassegoda i Nonell (24 de febrero de 2000)


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