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Restauración de la Sala Hipóstila y el banco del Park Güell

Criterios de la intervención

Ilusión y respeto

Un trabajo de artesanía

Sala Hipóstila y Teatro Griego

Fases de ejecución




Criterios de la intervención

A causa del orden de ejecución de las distintas fases en que se dividió el proyecto, el primer lugar donde se tuvo que sustituir el "trencadís" fue en la Sala Hipóstila. La reparación de la estructura de los dinteles exigía desmontar la parte inferior de estos elementos, que es donde estaban los flejes, y por tanto, hacía falta arrancar una parte considerable de "trencadís". El criterio que se siguió fue intentar afectar la mínima parte posible y sustituir el "trencadís" arrancado por otro nuevo con las mismas características que el original. La fabricación con tierra cocida, engalba y esmalte de plomo se hizo en el País Valenciano, por la empresa Adex. Este procedimiento era absolutamente respetuoso con el original, pero tenía dos problemas importantes: la gran dificultad para conseguir la continuidad entre el "trencadís" nuevo y el viejo, y que se seguía usando un material inadecuado para su emplazamiento.

Cuando se inició la restauración del banco se replanteó esta solución. Su grave estado de deterioro exigía la sustitución de muchas más piezas y, por tanto, las dificultades para conseguir una continuidad adecuada eran considerables. Por otro lado, el nivel de agresión a que está sometida dicha esta zona habría hecho necesaria una reposición constante, que hubiese supuesto un elevado coste de mantenimiento. La alternativa a la utilización de la cerámica de tierra cocida era el gres. Este tiene unas características de resistencia a las agresiones externas muy superior. Con gres era posible conseguir baldosas blancas o de color liso idénticas a las originales pero, en cambio, era muy difícil reproducir las piezas de color con dibujos geométricos. Por lo que respecta a los medios fustes de acabado del respaldo y de la riñonera, la reproducción era difícil con los dos materiales. Después de numerosas consultas, y para conseguir un equilibrio entre fidelidad histórica y coste del mantenimiento, se optó por tomar distintas opciones según los diversos tipos de piezas existentes. Las baldosas blancas de tierra cocida se sustituyeron totalmente por gres. Se trata básicamente de la parte baja del banco y corresponde a la zona más castigada. Se hicieron 22 tonos distintos de blanco y se mezclaron aleatoriamente, tal como se había hecho originariamente. También en el despieze se reprodujeron los distintos tipos de "trencadís", más grandes en las zonas planas y progresivamente pequeño al acercarse a las partes curvas.

Las baldosas de colores lisos o con dibujos seriados, se mantuvieron siempre que tuvieran una cierta cantidad de esmalte en buen estado. Se conservaron tanto las baldosas originales, como las restauraciones anteriores consolidadas que se integraban bien en el conjunto. Las que no cumplían estas condiciones se sustituyeron por baldosas de recuperación procedentes de edificios de la misma época o por piezas nuevas realizadas con las mismas técnicas que las originales. Se reprodujeron los dibujos, los colores y las características de los barnices a partir de fragmentos de las piezas existentes. En algunos casos se pudieron utilizar patrones trepados originales de la época y en otros se tuvieron que reproducir. La realización de todas estas baldosas se encargó también a la empresa Adex.

Las piezas en forma de medio fuste que servían de acabado y de riñonera en el respaldo, provocaron uno de los problemas más complejos de la obra. Estas obras tienen un importante trabajo original, probablemente de Jujol, con esgrafiados por encima y por debajo de la engalba, inscripciones, signos y manchas de barniz de diversa coloración. Como estas piezas están en un sitio muy expuesto, el número de baldosas originales que quedaban era limitado, del orden de un 20%. Las piezas sustituidas en anteriores restauraciones alternaban el cromatismo y la composición general del banco. Hacía falta encontrar, pues, una manera de sustituir aquellas piezas por otras que permitiesen recuperar las características originales del monumento y lectura unitaria. Por esto se fabricaron unas nuevas baldosas siguiendo el modelo de las originales que se habían conservado. Se reprodujeron los esgrafiados y las manchas de color genéricas y se dejaron de lado los elementos más singulares, como inscripciones o signos. Estas baldosas se fabricaron en cerámica de gres para garantizar su durabilidad y llevan un pequeño grabado con la marca 92 que las identifica y que permite no confundirlas con las originales.

Todas las piezas de gres han sido confeccionadas por el ceramista, Toni Cumella, en su fábrica de Granollers. Finalmente, las piezas de autor i los objetos añadidos (platos de porcelana, entre muchos otros) se han conservado en su totalidad. Cualquier opción en un tema tan complejo puede ser discutible, pero no se puede negar el rigor y la coherencia de estos planteamientos. El aspecto más delicado, la sustitución de la tierra cocida por el gres, se justifica por la consideración del mantenimiento de la obra restaurada, un aspecto importante que no siempre se tiene en cuenta. También la opción de mantener el material primitivo habría tenido importantes argumentos a favor: la fidelidad al original, el mantenimiento del carácter y de las calidades propias de la tierra cocida... Pero es importante destacar que en este momento, la diferencia entre el gres del blanco y la tierra cocida de la Sala es, al menos para nosotros, absolutamente imposible de determinar. Queda la duda de como se envejecerá el banco actual, confeccionado con los dos materiales y si, con el tiempo, la diferencia de comportamiento, no se nos hará molesta.

Se tiene que tener presente que la restauración implica siempre una transformación y, por tanto, una pérdida. Ruskin decía que los monumentos tenían, como las personas, una vida y una muerte, que hacía falta dejar que el tiempo haga su trabajo y que los ocres de la vejez suavizaran la decadencia inevitable. El monumento transformado en ruina adquiría así, la aureola romántica de la evocación. Con la restauración del Park Güell hemos perdido, probablemente, parte de esta aureola pero, en cambio, hemos recuperado el estallido de luz y de optimismo que tuvo en su origen. Si pensamos en la dificultad del proceso de restauración es realmente sorprendente el bajo coste de la obra. En total, el conjunto de los cuatro proyectos realizados, incluyendo las revisiones, no llega a los 375 millones de pesetas. La comparación de estas cifras con cualquiera de las campañas publicitarias de promoción a que nos tienen acostumbrados las diversas administraciones hace reflexionar sobre el dinero que realmente se dedica en la conservación del patrimonio.

Análisis arquitectónica: Joan Sabaté
Estudio económico: Aumedes/Peña


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