«Construir es intervenir en el paisaje» Rafael Moneo repasó la historia de la arquitectura y lo arbitrario de
las formas arquitectónicas
Moneo se mostró «emocionado» por que la Academia haya reconocido su labor como arquitecto. «Me
anima, sin duda, pasar a ser un eslabón más en esta cadena de arquitectos que detentaron
la Medalla que va a colgar de mi pecho, es algo que me intimida y me enorgullece», dijo, recordando
que figuras como Aníbal Alvarez, el marqués de Cubas, Antonio Mélida o Julio Cano
Lasso forman parte de la «historia» de la arquitectura de los siglos XIX y XX.
Partiendo de la invención del orden corintio y concluyendo en la arquitectura
actual, Moneo destacó en su discurso que hoy «construir significa intervenir
en el medio, en el paisaje en el que vivimos». Es, en resumidas cuentas, «facilitar
la vida y la acción implementando un medio al que nos gustaría ver como
algo sin los límites que el construir edificios implica».
«La arquitectura queda, por tanto, disuelta en el medio: el arquitecto es incapaz
de aislar un edificio», señaló Moneo, para quien si construir es
poder formar, poder dar forma y sentido a los materiales, «siempre será preciso
o el apoyo de lo construido en la forma o bien el establecer los principios desde los
que la forma, y por ende la arquitectura, se generan».
Asumir la libertad
«El arquitecto no va a quedar liberado de las obligaciones que frente a la forma
tuvo en el pasado», afirmó el arquitecto navarro, quien destacó que
el asumir la arbitrariedad supone «asumir la libertad con que ha procedido la arquitectura
en los momentos previos a la norma».
Y es que, según detalló Moneo, la historia muestra que «la búsqueda
de un lenguaje universal y eterno, es una fantasía apocalíptica que tan
solo se explica por un afán de los humanos de pensar que su paso por este mundo
fue definitivo». «La historia de la arquitectura nos cuenta cómo los
arquitectos han tratado de ignorar el origen arbitrario de las formas de que se servían
para construir, aceptándolas con la naturalidad a que obliga lo inevitable»,
prosiguió.
Así, explicó que el templo griego, la catedral gótica o los edificios
institucionales del XIX «son edificios cuyo origen arbitrario podría ser
explorado y se convierten en plantas con las que pensar en la construcción como
inevitables premisas».
En su discurso sobre la arbitrariedad, que Moneo inició con un conocido pasaje
de Vitruvio, el arquitecto destacó que «cualquier forma puede convertirse
en arquitectura». «Los arquitectos son capaces de transformar una imagen,
una figura, una forma, en elemento arquitectónico y, en último término,
en un edificio».
Moneo argumentó que «una vez la arbitrariedad generó una arquitectura,
todo el interés de quienes al amparo de la misma construyen es hacerse perdonar
aquel desliz». «Buena parte de la arquitectura puede ser entendida como el
denodado esfuerzo que los arquitectos hacen para que se olvide aquel pecado original
que la arbitrariedad implica», continuó.
Según este arquitecto, la narración de Vitruvio hace pensar que «los
arquitectos son conscientes de cuánto es posible asumir cualquiera que sea forma
en los construido». «La arquitectura pasa a ser más invención
que resultado de un proceso en el que tan solo la lógica constructiva prevalece»,
puntualizó.
En su intervención, Moneo también hizo referencia a la arquitectura del
Renacimiento, donde había «obsesión por aplicar un sistema de pilastras
y capiteles que realcen la imagen de lo construido». «El arquitecto volvía
a ser instrumental», precisó, para anotar que a finales del siglo XVII Claude
Perrault fue «con quien más claridad habló de arbitrariedad de la
forma arquitectónica». «Los antiguos marcaron el camino y nuestra
obligación es seguir la senda establecida», dijo, para más tarde
hablar de la Ilustración y de la aportación de Gaudí, con la sagrada
Familia y la Pedrera, sobre todo, a la arquitectura en la que la «arbitrariedad
no cuenta».
«Gaudí se acercaría así a un entendimiento del trabajo del
arquitecto en el que arte y naturaleza coinciden, muy en consonancia, con lo que son
sus ideas misticoreligiosas», detalló Moneo, matizando que puede ser que
desde el gótico «ningún lenguaje arquitectónico haya pretendido
estar tan distante de lo arbitrario».
Diario
de Navarra
Lunes 17 Enero 2005 |