La Casa Batlló cumple cien años con más
metros cuadrados de imaginación
«Nunca en tan pocos metros cuadrados se había condensado tanta calidad
gaudiniana». Con estas palabras, Daniel Giralt-Miracle saludaba el centenario de
la Casa Batlló del paseo de Gracia. La conmemoración coincide con la apertura
de nuevos espacios al visitante
BARCELONA. Paseo de Gracia, 43. Casa Batlló, de Gaudí. Es uno de los tres
edificios que configuran la «manzana de la discordia», una porción
urbana en la que los arquitectos punteros del Modernismo competían para hacerse
con un solar desde el que elevarían al cielo sus ensoñaciones de piedra
y «trencadís». En 1904, el industrial textil Josep Batlló Casanovas
encargó a Gaudí la remodelación total de la casa que había
levantado en 1875 Emili Sala Cortés. Las obras duraron dos años. Un bienio
en el que el arquitecto de Reus dio rienda suelta a su genio. La voz sobre su buenhacer
corrió entre la burguesía local. «Si no hubiera sido por Batlló,
Milá no hubiera conocido a Gaudí». O sea, de no existir la Casa Batlló,
tampoco existiría la Pedrera.
Las alturas de Gaudí
Por fortuna, podemos disfrutar de ambas en este malhadado siglo XXI que debela todas
las construcciones fructíferas del pensamiento humano. Y la Casa Batlló
cumple cien años. Y lo celebra abriendo más espacios a un público
totalmente rendido a las artes gaudinianas. Desde hoy, la vivienda que regenta en la actualidad
la familia Bernat brinda al visitante 5.800 cuadrados cuadrados de imaginación.
Bajo el lema «100 anys d´il.lusions i 100 cors per celebrar-ho» se reunía
ayer la flor y nata de la sociedad catalana en una cena conmemorativa.
El visitante podrá conocer les «golfes» y el «Terrat de les
Xemeneies» de la Casa Batlló. Situadas en la última planta del inmueble,
la buhardilla se compone de dos generosos salones contrapuestos; uno se orienta al paseo
de Gracia, el «Ventre del Dragó»; el otro se sitúa en la fachada
dorsal, «L´Espai de Foc». Ambos están unidos por dos corredores
laterales que distribuyen una sucesión de lavaderos, tendederos, trasteros y habitaciones
de servicio, en su día.
En los techos, una retahila de arcos catenarios, la gran aportación arquitectónica
de Gaudí; nunca se vio tan claro que ser original es volver al origen y Gaudí
sacó provecho de este sencillo método: sin contrafuertes, ni arbotantes,
ni paredes de carga garantiza la máxima resistencia. Si uno quiere constatar la
fórmula con rayos láser, puede contemplar en el «Espai de Foc»
una proyección tridimensional.
Pero nada comparable como el «Terrat de les Xemeneies», revestidas con el
fulgente «trencadís» y vidrio polícromo. Como señala
Daniel Giralt-Miracle, la Casa Batlló es un «jardín arquitéctonico»
en el que el arte y la función manifiestan la más armónica de las
simbiosis. En la azotea, uno se queda boquiabierto ante el lomo del Dragón con
sus escamas gigantes de saurio cerámico. En la cima, la cruz de cuatro brazos señala
los puentos cardinales del genio, rubricada con el anagrama IHS (Iesus Homnini Salvador).
Asomar la cabeza por el Patio de Luces es disfrutar de la luminosidad azul del Mediterráneo,
un mar de sensibilidad en pleno paseo de Gracia en el que da gusto bañarse, ni
que sea visualmente.
ABC
Jueves 25 de Marzo 2004
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