Artículo de opinión
La carta del Vaticano
LA VIDA Y ÉL HABIAN SELLADO UN PACTO DE NO AGRESIÓN.
De ahí que nunca se lamentara. Ni siquiera cuando la vida, esa
mala mujer, le fue infiel. Aquel día hablé con Carandell
por teléfono y le pregunté cómo iba todo, una pregunta
rutinaria e idiota que surge de nuestra pereza mental. Bé,
molt bé, tot i que aquest matí el metge m'ha diagnosticat
una leucèmia... Carandell me hablaba con la serena cordialidad
de siempre. Tal vez con una punta de sarcasmo. El mínimo con el
que ocultar el más leve indicio de amargura. Acabamos riéndonos,
y yo con la incómoda sensación de haber sido consolado.
Hablamos luego con frecuencia. De muchas cosas. Y de Gaudí casi
siempre. Metido el hombre en la biografía del arquitecto, yo le
debía una excursión por el Penedès tras algún
rastro gaudiniano. Últimamente me dijo: Todos los días
busco en mi buzón la carta del Vaticano; tiene la obligación
de escribirme y darme las gracias por haber evitado que Gaudí suba
a los altares. Imagínate el escándalo: ¡un santo masón!.
Rastreador implacable de la realidad, estuvo hasta el fin cordialmente
reconciliado con la vida. Ha sido ésta, la muy víbora, la
que ha roto fatal y prematuramente el pacto.
J. A. BENACH
La Vanguardia
Jueves, 14 Agosto 2003
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