Premio Gaudí de Poesía y Narración Corta

Acto de Entrega de los Premios Gaudí de Poesía y Narración Corta 2004


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III Premio Gaudí de Poesía y Narración Corta 2005


Acto de Entrega de los Premios Gaudí 2005.

 

INTERVENCIÓN DE JOAN BASSEGODA:

Muchas gracias. Sra. directora, Sr. Presidente, Sr. Vicepresidente, Amigos,

Me han pedido que hable del orientalismo de Gaudí. No podemos decir que sea oriental -en un sentido geográfico de lo que entendemos hoy como Extremo Oriente-, pero en cambio es una persona nacida en Oriente, porque, decía él mismo, hay una España Citerior y una España Ulterior. Nosotros somos la España Citerior; la Ulterior es la que está en la Meseta de la Península Ibérica. Recuerdo que una vez el Rector Ferrater me pidió un lema para la Universidad Politécnica. Yo le propuse In ortu Solis , es decir “Por donde sale el sol”, porque no hace falta ir al Japón para estar en el Imperio del Sol Naciente; en Cataluña también sale el sol antes que en otros lugares. El poeta catalán Jacint Verdaguer, en su canto Virolai, habla de la Virgen de Montserrat y dice, entre otras cosas, que es la “estrella de Oriente” de los castellanos; es decir que hay siempre esta tendencia a mirar hacia el Mediterráneo -que es el lugar ideal según Gaudí-, pero también hacia Oriente. Hacia Oriente mira la fachada del Nacimiento de la Sagrada Familia. Siempre se ha dicho que en esta fachada hay las especies vegetales de Palestina: son las mismas que las de aquí, las mismas de todo el Mediterráneo. Gaudí no viajó a Extremo Oriente, pero fue, por ejemplo, a Tánger, que está hacia el otro lado, pero es una cultura más oriental.

Cuando Gaudí estudiaba, la escuela de arquitectura adquirió dos colecciones de fotografías tomadas en la India, Persia y Egipto. Estas colecciones de fotografías se conservan en la Cátedra Gaudí. Son muy interesantes, porque son imágenes de gran formato, muy bien hechas, tal como se hacían entonces, con aquellas cámaras que tenían el objetivo abierto dos horas, para conseguir una nitidez extraordinaria.

Sabemos por Ràfols, en su biografía de 1929, que Gaudí, cuando vio estas fotografías se entusiasmó, porque no había visto la arquitectura de la India; aquellos edificios de Bombay, Calcuta... Gaudí se entusiasma porque ve una arquitectura que no había visto nunca, y además la ve en fotografías, cosa que para él llama mucho la atención, porque en aquellos momentos los libros de arquitectura se ilustraban con gravados. Hay una influencia evidente de estas colecciones fotográficas, hechas por fotógrafos ingleses, en la primitiva arquitectura de Gaudí.

Hay una fase de Gaudí a la que llaman oriental, que comprende el Capricho de Comillas, la Casa Vicens y la Finca Güell. Por su aspecto oriental, algunos autores hablan de edificios mudéjares. Pero no tienen nada de mudéjares, no hay ningún edificio mudéjar que se parezca a éstos, y en cambio, sobre todo vistas por fuera, tienen un aspecto oriental muy marcado, pero siempre bajo la personalidad de Gaudí, que no copió nunca. No sólo no copió, sino que tampoco repitió: siempre tuvo suficiente almacenamiento de ideas como para no repetir nunca. Esta… diríamos “mentalidad orientalista” de Gaudí es entendida rápidamente por los orientales. En el año 1926, al poco de la muerte de Gaudí, llegó a Barcelona el arquitecto japonés Kenji Imai, que venía a Europa después de haber terminado la carrera en la universidad de Waseda. Imai venía a conocer a Le Corbusier, Steiner y Gaudí, es decir que esto demuestra que Gaudí sí era conocido en su época, a pesar de que muchos afirman lo contrario. Precisamente ahora Josep Maria Tarragona está haciendo una tesis doctoral sobre los materiales publicados sobre Gaudí en vida de Gaudí. Hay más de 3.000 títulos. Eso se dice pronto! A veces son referencias cortas, a veces de artículos enteros. Conclusión: Gaudí era perfectamente conocido, apreciado... y odiado! Sí, es así: quien no lo entiende, intenta menospreciarlo y criticarlo por envidia. Pero su figura y obra siempre han estado en el candelero, y esto es evidente.

Kenji Imai llegó a Barcelona en septiembre, pero Gaudí había muerto en junio. Pudo hablar con Domènech Sugrañes y, sabrán ustedes que se hizo aquella exposición en la Càtedra Gaudí con fotos de Kenji Imai, y con la colaboración de Casa Asia se publicó un catálogo estupendo. Pero además, Kenji Imai fue el primer director de los Amigos de Gaudí en Japón, en los años cincuenta. Yo cuando fui a Japón por primera vez, en 1978, aún tuve el gozo y la satisfacción de conocerle. Un señor muy viejecito, pero lleno de vitalidad, fuimos a cenar, y a almorzar, y a pasear, y me regaló unos libros... en fin, tengo unas fotografías muy interesantes de este profesor. Y los Amigos de Gaudí han tenido continuidad. Actualmente el profesor Ikehara, de la Universidad de Waseda es su presidente. Y uno de sus estudiantes vino a Barcelona y estuvo muchos años en la Cátedra Gaudí. Es el profesor Masayuke Irie, que ha publicado muchas cosas sobre Gaudí y sobre Jujol. Amigos de Gaudí de Barcelona se crea en 1952, pero inmediatamente después se crea los Amigos de Gaudí de Japón, sin demoras.

En Japón se han hecho multitud de exposiciones sobre Gaudí. En el año 1978, en ocasión de la publicación del libro “Las obras completas de Gaudí”, que yo escribí, fui a Tokio con toda la colección de dibujos de las obras de Gaudí de Matamala y en el Museo de Sogetsu se hizo una gran exposición, con la excusa de la presentación del libro. Esta exposición fue a las 12 ciudades japonesas más importantes. Pero no fue la única vez! En 1988 se hizo una más en Itami, al lado de Osaka, que coincidió con la inauguración de la sala de actos del ayuntamiento nuevo de Itami, un edificio interesantísimo, muy bien acabado. Y todavía se hizo otra en el año 1998, con conferencias, en Fukuoka. Éstas son en las que he participado, pero ha habido muchas más.

Otros muchos investigadores han ido con Gaudí a Japón y han hablado allí de la figura de este arquitecto. Pero no solamente en Japón; Japón fue el primero. En Corea también ha habido varias exposiciones sobre Gaudí. Yo fui en 1989, a Seúl, al Instituto del Diseño, y allá se hizo una exposición que la inauguraron los Reyes. Y al año siguiente se hizo una más en Pusan, con un éxito extraordinario que, como sabe muy bien José Manuel Almuzara, no solamente fue artístico sino también religioso, porque un funcionario de la Cámara de Comercio de Pusan se convirtió al cristianismo después de ver la exposición sobre Gaudí. Igual que había pasado aquí en Barcelona con Etsuro Sotoo, el escultor de la Sagrada Familia, que se bautizó en la Sagrada Familia y se cambió el nombre de Etsuro por el de Miquel Àngel y Lluc, dos nombres magníficos para un artista. En fin, la figura de Gaudí se engrandece no solamente bajo el punto de vista arquitectónico y artístico, sino también religioso.

En Taipei también hicimos otra exposición, en el Museo Nacional de Historia de Taiwan. Una exposición en la que en pocos días fueron más de 50.000 personas, y que ha tenido una continuidad. Un museo extraordinario, porque resulta que durante la retirada de Chang Kai-Chec, derrotado por los comunistas de Mao Zedong, se llevó consigo el Museo Imperial de Pequín. Y ahora está en Taipei. Esto lo reclaman mucho los de la China continental. Es de un valor extraordinario; piezas de un valor inestimable, muy bien conservadas.

En la China continental, en la universidad de Zegian, hay una Cátedra Gaudí, que dirige el arquitecto Hou Te Chien, que hizo la tesis doctoral en la Cátedra, una tesis interesantísima sobre la metáfora de la arquitectura de Gaudí; explica que Gaudí es un arquitecto metafórico y un filósofo que explica sus teorías a través de sus edificios. Cuando se mira un edificio de Gaudí, se encuentran unas ideas filosóficas muy importantes; ideas que coinciden muchas veces con la mentalidad oriental. Sobre todo por el hecho de valorar la naturaleza como un elemento fundamental de la arquitectura y como una creación divina. Sea una creación de los dioses de Oriente, sea una creación de los dioses de Occidente, es igual. Pero es una obra magnífica, la mejor que hay, y es la mejor fuente de inspiración para los arquitectos. Gaudí no quería descubrir nada, él siempre decía: “yo no soy un inventor, soy un copista” y copió lo que había en la Naturaleza, con aquella imaginación suya tan extraordinaria.

Ahora he enviado un artículo para publicar en la revista “Rehabilitación y restauración”, que se publica en Madrid, pero que se organiza y se compone en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Valencia. He estudiado una cosa que de hecho ya era conocida pero que nunca se había documentado: la relación de Gaudí con la Asociación de Arquitectos. Porque siempre encontramos quien dice: “es que Gaudí en su época era desconocido..., y a Gaudí lo descubrieron cuando el centenario, y lo volvieron a redescubrir en su 150 aniversario...”. Pero no, descubrir ahora Gaudí es como descubrir el Mediterráneo, porque ya era perfectamente conocido.

Gaudí ingresó en 1879 en la Asociación de Arquitectos. Entonces tuvo una actuación muy interesante, porque en 1882 es cuando se planea la nueva fachada de la catedral de Barcelona. Hubo una especie de exposición en el claustro de la catedral, con proyectos de Manuel Girona, de Oriol Mestres y el proyecto de Joan Martorell, que es el que defendía Gaudí, porque Martorell fue su gran maestro. Pues bien, él va a las reuniones de la Asociación de Arquitectos y se interesa por la resolución de la academia Sant Ferran sobre el proyecto para la catedral. Finalmente aprobaron el de Manuel Girona y Oriol Mestres, y entonces Gaudí se dio de baja de la Asociación de Arquitectos, porque tenía un “pronto” bastante violento, y cuando se enfadaba era muy enérgico. Y curiosamente, en 1903 se volvió a dar de alta. Por que? Porque en 1903 hubo aquella famosa visita de todos los arquitectos a las obras del Park Güell. El sr. Güell los invita, y todos van allí, el sr. Güell no va, pero sí Gaudí, y les explica el proyecto, y después el anuario de la Asociación publica un artículo magnífico, una memoria del arquitecto Salvador Sellés Baró, con la explicación del Park Güell. Entonces Gaudí, naturalmente, no tenía más remedio que volver a esta asociación.

Pero ésta no fue la primera vez que se hablaba de Gaudí. Porque la Asociación de Arquitectos publicó unos anuarios interesantísimos, entre 1899 y 1929, que contienen la información de aquella época. Cogen justamente el período del Modernismo y de allí se ha sacado la mayoría de la información. Juntamente con la revista “Arquitectura y construcción” son las fuentes más importantes para conocer el Modernismo. Pues bien, en este anuario cada año también sale la dirección de Gaudí, que primero es en Consell de Cent 339, y a partir de 1906, en el Park Güell. Pero además de esto, hay también, por ejemplo, la mención de cuando hacen el Bar Torino, en el paseo de Gracia, en el que intervienen diversos artistas y Gaudí hace una decoración de un salón, estudiada por primera vez por Martinell, con estilo oriental nazarí, con estilo oriental granadino.

Después hay un artículo interesantísimo en 1901 sobre la Casa Calvet de la Calle Caspe. Por primera vez el Ayuntamiento crea un premio al mejor edificio del año, y la primera vez que lo da, lo otorga a Gaudí! Es decir que ya se demuestra que no era este señor desconocido, como se ha querido hacer creer; no, era una persona conocida.

Cuando se hace la Casa Batlló, el Anuario vuelve a decir que es interesantísimo y de una imaginación extraordinaria, pero lo que pasa es que tenían un cierto compromiso, y se dice que como ya se le dio el premio en el año 1900, volvérselo a dar en 1907 seria muy fuerte, y entonces lo dan –y de esto estoy muy contento y lo agradezco mucho- a mi abuelo, al Colegio Condal de Barcelona, situado detrás del Palau de la Música. Pero después vino la Pedrera, y el jurado de los premios del mejor edificio del año visitó el edificio, y lo encuentra estupendo. Hace unos elogios enormes, pero no le da el premio porque dice que no está acabado, y la condición es que es un premio para edificios terminados. Y entonces lo dan al Palau de la Música, de Domènech i Montaner, que también se lo merecía, evidentemente.

Después hay dos artículos fantásticos, uno del año 1923 de Domènech Sugrañes, y el otro, anterior, de Joan Rubió Bellver, a propósito de la arquitectura de Gaudí y de la Sagrada Familia, es decir que todo tiene un contenido extraordinario y demuestra que en vida de Gaudí, incluso los arquitectos estaban al tanto de su obra. Y esto es muy difícil, porque hay un refrán que dice: “lobos con lobos no se muerden, pero arquitectos con arquitectos, sí”. Y claro, te clavan cada puñalada que es tremenda. Pero en este caso, los propios colegas reconocen el mérito de Gaudí. Y entonces llega el momento en que muere Gaudí, y sale el anuario de 1926, con una nota al final de la introducción que dice: “no hemos tenido tiempo de preparar la necrología” -porque, claro, este señor se murió en junio, y el anuario salió poco después-, “pero en el próximo número habrá la necrología”. Y en el número de 1927 figura una necrología exquisita de Domènech Sugrañes Gras, el arquitecto que desde 1902 trabajaba en la Sagrada Familia como segundo ayudante, desde 1914 como primer ayudante después de la muerte de Berenguer, y después de 1926, como director, después de la muerte de Gaudí. Es decir que era quien mejor conocía a Gaudí. Y este artículo es extraordinario; es un artículo que vale la pena volver a leer. No es demasiado conocido, y en cambio, todos han bebido de él. Y las cosas que dice las podéis encontrar en los libros de Ràfols, de Martinell, de Pane... todos! Todos recogen una serie de ideas que salen de allí. Sobre todo cuando habla de la intuición de Gaudí. Dice que Gaudí tenía la cualidad que veía la solución de sus problemas inmediatamente. Después tenía que trabajar mucho para desarrollar la idea, pero él ya tenia esta intuición de entrada. Esto es muy difícil; la mayoría de la gente se pierde en investigaciones, trabajos, consideraciones... y al final llega a una conclusión. Pero no, Gaudí comenzaba por la conclusión, que le llegaba de repente. Cuenta una anécdota, que también se ha repetido muchísimo, que estaban en el Palacio Episcopal de Mallorca, en la mesa del obispo Pere Campins Barceló, quien había invitado a comer a una serie de señores, y uno de ellos, dijo: “San Pablo afirma que el oído es el sentido de la fe, porque por el oído nos entra la palabra de Dios y tenemos la fe”. Y Gaudí saltó, sin pensárselo: “Ah! Pero es más importante la vista, porque a través de ella vemos la Gloria, que es la máxima expresión” y el obispo, que hasta entonces no había dicho nada, afirma: “Exacto! Esto está muy bien dicho”. Este “bote pronto” que tenía Gaudí, esta intuición, es la calidad más apreciada por Domènech Sugrañes, y puede relacionarse con la mentalidad de los orientales, que en muchos casos actúan también de esta manera. Primero ven la solución, después la razonan y la estudian. Es la manera de entender no solamente el arte oriental, sino también la literatura y la poesía. Esta idea de intuición y de gran respeto a la naturaleza.

La naturaleza, para un oriental, es una cosa inviolable. Un árbol es un árbol, y no eres más que un árbol. La única cosa es que los hacen a escala 1:10, y entonces los llaman bonsáis. Pero sigue siendo un árbol! No hacen leña, no hacen otras cosas. Esta idea de que la naturaleza proporciona las cosas sin necesidad de no hacerle nada. En los jardines de los orientales, los jardines de Katsura, por ejemplo, en Tokio, o en los Jardines Artigas, de La Pobla de Lillet, que son de Gaudí, hay decoraciones que son piedras, levantadas verticalmente sobre la tierra, como si fueran menhires, sin necesidad de ser esculpidas; no hace falta que se trabajen. Son tan bonitas en sí que no se deben tocar. Y es aquella frase de Gaudí, en tiempos de la construcción de la cripta de la Colonia Güell, cuando pusieron los capiteles y las bases de aquellas columnas de basalto de Castellfollit de la Roca rotas a golpes de martillo de madera. No gustaba a la gente, y Gaudí explicó que en el Éxodo, cuando Moisés está delante del matorral que quema, Dios le dijo: “Si me haces un altar de piedra, no lo trabajes con metal, porque impurificas la piedra”. Y Gaudí quiso hacer aquello mismo. Es decir, lleva a la arquitectura una idea bíblica del Antiguo Testamento.

Es, por lo tanto, una concordancia entre la mentalidad oriental de los jardines, que no son en absoluto una creación geométrica: es suficiente comparar Versalles con los jardines japoneses o chinos. En los jardines orientales hay un canal, un puente, hay una molsa sobre una piedra... no hay una creación del arquitecto. En cambio, en Versalles todo está dibujado, incluso a los árboles les afeitan el cuello para que sigan una línea exacta, o hacen aquello llamado Ars topiaria , los recortan, los arbustos y bojos quedan recortados en forma de esfera, etc. Esta no es la mentalidad de Gaudí, que tanto en el Park Güell como en los Jardines de Can Artigas precisamente hizo esta estimación de la naturaleza como elemento máximo de beatitud. Y esto coincide con la mentalidad oriental.

Es evidente, pues, que Gaudí tiene un sentido muy parecido al de los artistas de Oriente. Y por esto los orientales lo entienden; por esto vienen millones de japoneses, chinos, coreanos e indonesios a Barcelona, a ver la obra de Gaudí. Y además, les impresiona de un modo extraordinario. El caso más flagrante es el del arquitecto Tokutoshi Torii, autor del libro “El mundo enigmático de Gaudí”: vino por primera vez a Barcelona en tren, bajó en el apeadero del Paseo de Gracia, subió a la calle, vio la fachada de Can Batlló y se quedó completamente anonadado. Permaneció 10 años en Barcelona y escribió un libro fantástico. Es decir, a esto se llama amor a primera vista; se quedó enamorado de aquel edificio. No lo tenía que explicar porque lo captaba y entendía todo directamente con la vista. Es la consecuencia de la mentalidad de Gaudí: ver las cosas de golpe, y por tanto la gente las alcanza también directamente, sin necesidad de explicaciones.

Hay críticos de arquitectura que explican, interpretan, cuestionan... No, no; los edificios de Gaudí, los miras y ya está. También se ha dicho muchas veces que la arquitectura de Gaudí la entienden mejor los niños que los arquitectos. Porque el niño no tiene prejuicios, sólo tiene los ojos para poder decir: “Esto es una maravilla”. No lo pueden explicar, pero se sienten maravillados. Gaudí tuvo siempre una fresca ingenuidad, fue un niño toda su vida, incluso con las rabietas propias de una criatura cuando se enfadaba, pero su ingenuidad le permitía ver las cosas tal como son, no tal como tendrían que ser; porque hay mucha gente que ve las cosas y las interpreta según un credo, una teoría, una literatura... a él no le hacia falta.

Por lo tanto, podemos considerar que este Gaudí nacido en Catalunya supo expresarse con el mismo lenguaje que un chino o un japonés. No con el mismo idioma, pero sí con el mismo lenguaje abierto y sobre todo inspirado en las cosas más elementales, no en las complicaciones.

Celebro mucho que el Gaudí & Barcelona Club haya organizado este concurso de Poesía y Narrativa y ojalá tenga gran continuidad. Me parece muy acertado incluir el ensayo, como ha apuntado Menene Gras.

Muchas gracias.




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