Celler Pinell de Brai

El Celler del Pinell es abrumadoramente bello.
Lo es. Catorce familias del Pinell de Brai –o sea, el 95% del pueblo– se lo encargaron en 1917 a Cèsar Martinell, discípulo de Gaudí, que en aquellos años trabajaba para la Mancomunitat. Le pidieron una bodega para el vino y el aceite que fuera vistosa, un signo de la prosperidad a la que aspiraban.

Echaron la casa por la ventana.
La obra más cara de la época costó unas 355.000 pesetas. El Celler del Pinell fue presupuestado en 400.000, y el coste final alcanzó el millón de pesetas. Por su precio, pero también por sus dimensiones –tiene una nave transversal y tres longitudinales– se le conoce como la Catedral del Vi.

Un pueblo pequeño con una gran ambición, el suyo.
Con la llegada de la filoxera a Francia, los productores del Pinell vivieron su apogeo. Las 46 tinas llegaron a almacenar 30.000 litros cada una.

Pero la plaga cruzó la frontera y desmontó todas las ilusiones.
Y los payeses se vieron forzados a dejar la tierra y a buscar otras formas de ganarse la vida. El Celler bajó su rendimiento. Mucho. Hace unos 11 años se jubiló el encargado, y nos quedamos dos guías turísticas y una secretaria que lleva la contabilidad al frente. Era raro ver a tres mujeres solas en el Celler.

¿Raro? Hay una relación entre mujer y tierra...
–Diría que hay incluso una relación entre mujer y bodega. No solo porque hubo hombres que estuvieron aquí 30 años y no se dieron cuenta de la importancia de la piedra. También porque las mujeres somos capaces de engendrar vida, y el vino también es algo vivo, que crece en esta gran matriz modernista. Aquí la naturaleza se convierte en arte.

Parece tan... desprotegido, tan frágil.
Mientras entre un kilo de fruta en el Celler, no se cerrará. ¡Hay que defenderlo como sea! Haciendo vino y aceite, alquilándolo para una boda o un desfile de modelos, barriéndolo entero si hace falta, y eso que se tarda cinco horas y media, ¿eh? Suerte tenemos de las visitas guiadas... Pero estamos en un pueblo de 1.000 habitantes de la Terra Alta, muy lejos de Barcelona, ¿comprende?

Perfectamente.
Aunque ver la emoción reflejada en las caras de los visitantes cuando suben a la planta superior lo compensa todo, todo.

Pues hubo ofertas para convertir el espacio en un restaurante de lujo.
Los 187 socios desestimaron más de una oferta. Y en el 2002 el Celler entró a formar parte del patrimonio arquitectónico de la Generalitat. Para nosotros es importante que se mantenga, porque es parte de nuestra memoria. Junto al Celler se reunía el pueblo, se batía la cebada y era una fiesta cuando llegaban los carros cargados de fruto... Todo eso acabó. Me entristece que no se pueda vivir de la tierra.

Es comprensible.
La nuestra es una historia de superación. Por eso les pido a los de ciudad que aprendan a comprar productos del país, a valorar lo nuestro. Solo así el esfuerzo del payés se verá algo compensado. Piense que aquí hay quien saca una finca de una montaña. ¡Un esfuerzo descomunal!

Ahora es tiempo de vendimia.
Una bendición. Ahora es el momento de recibir la uva, sacarle la parra y ponerla a fermentar. Cuando veo la primera gota de vino pienso en el sacrificio del payés, obligado aquí a compartir el cultivo de la tierra con otros trabajos. Pero también siento la enorme responsabilidad de que el fruto que nos traen –y este año la cosecha parece que es buena– se convierta en un gran vino. Es algo muy personal.

Hacen buenos blancos.
El microclima del Pinell, rodeado por las sierras de Cavalls y Pàndols, contribuye a lograr blancos fantásticos. Este año hemos logrado un segundo premio por un blanco verge de macabeo, y el año pasado recibimos otro segundo premio por un brisat.

¿Brisat?
Es un blanco de garnacha y macabeo fermentado con las pieles, y la uva derrapada.

¡Y eso lo hacen dos guías turísticas y una secretaria!
Tere, que es guía como yo, ha hecho cursos para saber más. A veces nos visita un experto... Pero estamos convencidas de que el amor es tan importante como el conocimiento. Verá, se pueden hacer mejores o peores vinos, en mayor o menor cantidad, pero no encontrará piedras tan bellas como estas...

¿Cuál es la mejor hora para pasear por el interior de la catedral?
En invierno, a las 5 de la tarde, cuando se pone el sol, las sombras son fantásticas. ¡Y el frío también!

Habrá fantasmas...
Estoy convencida de ello. Hay veces que los puedes sentir.