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Casa Fernández y Andrés, " Casa Botines", León (1891-1892)

El sótano tiene su entrada en la parte trasera del edificio y estaba comunicado con la planta baja mediante una escalera, situada en medio, y un montacargas. Actualmente dos ascensores circulares de vidrio comunican todo el edificio de arriba a bajo.

Las ventanas, que se hacen pequeñas a medida que suben para repartir mejor la luz y para diferenciar la planta baja y la planta principal de las plantas de viviendas de alquiler, son iguales en las cuatro fachadas. Destacan los arcos lobulados de las ventanas y las vidrieras con dibujos de colores. Otros elementos que marcan las diferentes zonas son unas molduras corridas que hay entre el sótano y la planta baja, entre la planta baja y las viviendas principales, y entre estas y los pisos superiores, y además remarcan la horizontalidad del edificio.

El proyecto inicial que realizó el arquitecto catalán no difiere mucho del edificio que hoy podemos contemplar. Tampoco hubo ningún tipo de problema con los propietarios y la obra se terminó en un tiempo de tan solo 10 meses.

Estas características nos podrían hacer pensar que la Casa Botines fue la obra menos conflictiva de Gaudí pero no fue así; en este caso los problemas surgieron en la relación entre Gaudí y los leoneses. A algunos técnicos de la zona no les pareció bien que Gaudí realizara los cimientos a base de las tradicionales zapatas corridas que se realizan en Catalunya, puesto que el terreno de León tiene la capa resistente a bastante profundidad y lo más conveniente era utilizar pilotes hincados.

En esa época, la catedral de León estaba siendo restaurada y el arquitecto catalán tuvo la oportunidad de estudiar sus cimientos donde observó que, al igual que en un edificio romano que aún existía entonces, el método utilizado era la zapata corrida pero ensanchada para tener más superficie de apoyo, y por esto decidió utilizar este sistema.

Por otro lado, tampoco gustó mucho a los leoneses que la mayoría de los colaboradores de Gaudí fueran catalanes.

Solo se necesitó que los técnicos criticaran los cimientos y que la gente viera unas maderas que apuntalaban las ménsulas de los torreones para que corrieran los rumores y los niños gritaran por la calle "la casa botines se cae".

Gaudí, indignado, calló las habladurías de los técnicos pidiendo que se le entregaran los informes técnicos que consideraban que la casa se caería, para ponerlos en el vestíbulo de la casa y que todo el mundo los pudiera ver.

Hoy en día no se han encontrado ningún tipo de grietas ni asentamientos diferenciales con lo que se demuestra la calidad de la cimentación propuesta por Gaudí.

En cuanto a la estructura del edificio tenemos que destacar el sótano y la planta baja ya que en ella Gaudí utilizó por primera vez la planta libre o flexible; veintiocho pilares de fundición de 20 centímetros de diámetro sostienen jácenas metálicas que a su vez sostienen perfiles I y bóvedas a la catalana que forman los forjados. Pese a ser un sistema muy novedoso se diferencian de posteriores sistemas de planta flexible en que en la Casa Botines las fachadas son aun muros de carga.

Los siguientes pisos se sostienen a través de las típicas paredes de carga que apoyan sobre las jácenas de la planta baja, y que, a la vez, sirven de distribución interior de las viviendas.

La cubierta, como ya hemos dicho, es inclinada a cuatro aguas. En ella hay seis grandes lucernarios, que ventilan y dan luz a las zonas interiores de las viviendas y están cubiertos por claraboyas de vidrio que se sujetan a la cubierta mediante viguetas de hierro. Esta cubierta se sostiene sobre un zigzagueante entramado de madera que hay sobre el desván.



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