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Nuestro socio y colaborador Josep Maria Tarragona


El papa Benedicto XVI dedicó al culto la nave de la Sagrada Família el 7 de noviembre de 2010. La primera piedra de esta nave había sido bendecida por el cardenal Vidal y Barraquer, el 11 de diciembre de 1921. Allí estaba, sosteniendo respetuosamente su sombrero destartalado de artista bohemio en la mano, el gran arquitecto Antoni Gaudí. Tenía sesenta y nueve años, de los cuales había dedicado treinta y ocho a la Sagrada Família.
Esta nave de la Sagrada Familia ha sido realizada muchos años después de la muerte de Gaudí, a partir de sus maquetas de yeso, por el arquitecto Jordi Bonet. Entra de pleno derecho en la historia de la Arquitectura, junto a la sala hipóstila de Karnak, el Parthenón, las basílicas constantinianas, el interior de Hagia Sophia o la catedral de Chartres. Aunque sólo sea por sus paraboloides hiperbólicos, hiperboloides, helicoides de doble giro y otras formas que por primera vez en la historia el gran arquitecto Gaudí extrajo de la Naturaleza, en cuyo libro leía directamente.

Ahora bien, estas nuevas formas plásticas ¿qué espacio arquitectónico delimitan por su situación, tamaño y distancias relativas? Gaudí afirmaba categórico: "Yo he venido a coger la arquitectura en el punto donde la dejó el estilo bizantino": el estilo de los griegos cristianizados. Decía de sí mismo que era un arquitecto helénico. En efecto: el espacio interior que Benedicto XVI ha dedicado al culto a Dios tiene las más exquisitas proporciones griegas, que en Barcelona sólo conocíamos, aunque con menor intensidad, en la basílica de Santa María del Mar. No es la casa de una Divinidad que aplasta con su omnipotencia, o se aleja de los hombres con su movimiento ascensional, o se esconde en espacios fragmentados, llenos de dramatismo y de misterio. Es un espacio único con un simple organismo constructivo, lleno de armonía, serenidad y grandeza. Como el Parthenón, está hecha a la medida del hombre y a la medida de un Dios humanizado. Tiene la claridad, la solemnidad y la proporcionalidad del cuerpo humano, las cualidades bizantinas, es decir griegas elevadas cristianas.

Escribía Vitrubio, y lo ilustraba Da Vinci, que "si se toma la medida desde los pies hasta la cabeza y se compara con la medida entre las manos extendidas, se encontrara la misma, de manera que el área resultará perfectamente cuadrada." Añadía que especialmente "los edificios de los dioses se distribuirán en un orden perfecto. (...) Los antiguos consideraron perfecto el número diez, porque corresponde al número de dedos de las manos. Y como dos manos constan por naturaleza de diez dedos, complació a Platón que fuera el número perfecto."
La Sagrada Familia tiene una anchura en el crucero de 100 pasos (un paso = 75 cm.). El interior de este crucero está formado por dos cuadrados de 40 pasos de lado. Intersecciona con la nave, formada a su vez por dos cuadrados de 60 pasos de lado, es decir, mayores que los del crucero en relación 3-2.
Las columnas forman cuadrados entre ellas y con las paredes. Si el hombre modelo dibujado por Da Vinci en posición supina con sus brazos extendidos se situara en el suelo de la Sagrada Família, encontraría la ampliación proporcional de su área humana diez veces entre las columnas de la nave, doce veces entre las columnas y las paredes de la nave, tres veces entre las columnas del crucero y doce veces más entre éstas y las paredes.

Si se levantara en posición vertical, la encontraría entre la altura de los nudos de las columnas-árboles de la nave central y la anchura de esta nave, que forman un cuadrado de 20 x 20 pasos, como Santa María del Mar .
La encontraría por segunda vez entre la altura de las bóvedas de las dos naves laterales interiores y la anchura de toda la columnata (suma de la de la nave central y las naves), que forman un cuadrado de 40 x 40 pasos, como en Santa María del Mar.
Y, en una triple expansión que supera la doble de Santa María del Mar, la encontraría por tercera vez entre la altura de la bóveda de la nave central y el ancho de pared a pared, que forman un cuadrado de 60 x 60 pasos.
La relación entre estos tres cuadrados es 3-2-1.

Por otro lado, la altura de la nave central forma tres cuadrados con su ancho; la altura de cada una de las cuatro naves laterales forma cuatro cuadrados con su propia anchura, como Santa María del Mar, y, en cada lado, la altura de las dos naves laterales forma dos cuadrados con la anchura de la suma de las dos naves.
La proporción entre estas alturas de las naves es también 3-2.

Ya desde la entrada de la basílica, el hombre modelo de Da Vinci habrá visto los cimborrios, con la representación del Padre Eterno, cubriendo el baldaquín del Espíritu Santo que cae sobre el altar de Jesucristo. Si camina hacia él, cada diez pasos -uno por cada dedo de las manos, el número humano y divino de Platón- cruzará una fila de columnas y recorrerá un tramo de la basílica. Los seis primeros tramos son el cuadrado base de un cubo de longitud, anchura y altura de 60 pasos: de proporciones humanas, donde el hombre reza.
Si sigue avanzando hacia el altar, entrará en el segundo cuadrado de longitud y anchura de 60 pasos, pero cuya dimensión vertical sube de la proporción humana a la proporción divina, hasta los cimborrios de María y de Jesucristo.

El altar es exactamente el centro de este segundo cuadrado de 60 pasos de lado, a distancia tres cuartos de la entrada principal. El altar es el lugar de la transubstanciación: el pan y el vino se convierten en Jesucristo, el Dios-Hombre, el Logos de los griegos. Toda la funcionalidad del edificio se ordena a este acto, el centro y la cumbre de la liturgia. Porque para Gaudí la liturgia era la "ley suprema" de la arquitectura de un templo, empezando por su geometría. Así, el altar es el primer punto de la geometría de la Sagrada Família, desde el que el gran arquitecto trazó toda la iglesia, como el Logos es el inicio de la Creación.

Antoni Gaudí era un genio mediterráneo, de la tradición más clásica. Él decía que su templo, sin negar su filiación directa con las grandes obras del arte cristiano medieval, tendría, "la gracia helénica, equilibrada de fondo y forma, de tamaño y situación, divinamente humana y humanamente gloriosa”.

Josep Maria Tarragona



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